Como si no tuviera suficiente con la enorme fortuna que amasó durante más de 20 años que fue dirigente del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador le regaló a Carlos Romero Deschamps dos años de sueldo sin trabajar, al haber aceptado, como una condición del exlíder petrolero, que mantuviera activa su plaza de trabajador de Pemex a partir de octubre de 2019 cuando negoció con el gobierno federal su renuncia al liderazgo sindical.
Por eso hoy, que López Obrador anunció como un “logro” de su gobierno el haber convencido a Romero Deschamps de que renunciara a su puesto como “trabajador activo” de la petrolera nacional, lo que en realidad exhibe, quizás sin darse cuenta el Presidente, es que así ha sido buena parte del combate a la corrupción que tanto pregona como su principal bandera de gobierno: un combate simulado y poco transparente en el que, si bien hay avances y algunos logros, también hay partes oscuras y opacas en la administración lopezobradorista que siguen permitiendo y tolerando la corrupción, siempre y cuando sea negociada con este gobierno.
Esta columna fue escrita por Salvador García para EL UNIVERSAL